“” Querríais conocer el secreto de la muerte.
¿Pero como podríais descubrirlo si no lo buscáis en el corazón de la vida?
El búho, cuyos ojos, hechos para la noche, están velados para el día, no puede descubrir el misterio de la luz.
Si queréis realmente contemplar el espíritu de la muerte, abrid vuestro gran corazón a la vida.
Pues la vida y la muerte son una misma cosa, como el río y el mar son una misma cosa.
En la profundidad de vuestras esperanzas y deseos late vuestro silencioso conocimiento del más allá.
Y como semillas soñando bajo la nieve, así vuestro corazón sueña con la primavera.
Confiad en los sueños, pues en ellos se oculta la entrada a la eternidad.
Por lo tanto, ¿qué es morir sino exponerse, desnudo, a los vientos y a disolverse en el sol?
¿Y qué es cesar de respirar sino liberar al aliento de sus mares agitados, a fin de que se levante y se expanda libre de ataduras buscando a Dios?
Y sólo cuando bebáis del río del silencio podréis realmente cantar.
Y sólo cuando alcancéis la cumbre de la montaña empezaréis a subir.
Y cuando la tierra recupere vuestros cuerpo podréis verdaderamente danzar “”.